¿Cuántas veces hemos sentido culpa por quedarnos en la cama un rato más? Nos enseñaron que madrugar es sinónimo de éxito, de disciplina, de responsabilidad. Que quien se levanta tarde está perdiendo el día. Pero, ¿y si en realidad estuviéramos ignorando las señales de nuestro cuerpo? ¿Y si el secreto no fuera madrugar más, sino despertar alineadas con nuestra propia energía?
Madrugar = ser una mujer responsable (o al menos eso me enseñaron)
Cuando era niña, despertarme temprano no era una opción, era lo normal. En mi casa, dormir hasta tarde significaba que algo andaba mal. Si un día me quedaba en la cama más de lo habitual, mi mamá entraba con cara de preocupación y preguntaba: «¿Te sientes bien? ¿Estás enferma?»
Con los años, esa creencia se quedó instalada en mí. Crecí pensando que si madrugaba, todo estaba en orden. Y si no lo hacía, algo en mí estaba fallando. Así que lo hice toda mi vida, sin cuestionarlo.
¿Cuántas veces hemos forzado nuestro cuerpo a despertarse antes de estar listas? Nos repetimos que debemos ser más productivas, más organizadas, más disciplinadas. Pero nadie nos dijo que nuestra energía no es la misma todos los días. ¿Y si en lugar de pelear con nuestro cuerpo, aprendiéramos a escucharlo?
Cuando trabajaba en oficina, madrugar era parte del paquete. Luego, cuando empecé a emprender, seguía con la idea de que si me levantaba temprano, mi día sería más productivo. Pero había días en los que abrir los ojos era un esfuerzo sobrehumano. No entendía por qué algunos días podía con todo y otros simplemente no tenía energía.
Y claro, en lugar de escucharme, me culpaba.
Lo que cambió mi forma de escucharme
Un día, una amiga me regaló una agenda cíclica. Al principio pensé que solo era una agenda bonita con espacio para escribir, pero cuando empecé a usarla, me di cuenta de que era mucho más que eso.
Cada día, podía anotar cómo me sentía, cómo estaba mi energía y hasta cómo fluían mis emociones. Además, venía con pequeñas reflexiones sobre cómo adaptarme a mi ciclo menstrual.
¿Cuántas veces hemos sentido que nuestra energía cambia sin entender por qué? Nos decimos que estamos flojas o desmotivadas, cuando en realidad nuestro cuerpo solo nos está mostrando su ritmo natural. Cuando empecé a escribir sobre mi ciclo, todo cambió. Me di cuenta de que no era falta de disciplina, sino que mi energía tenía ciclos. Y cuando aprendí a fluir con ellos, mi vida se hizo más fácil.
Después de unas semanas escribiendo en mi agenda, me di cuenta de algo que nunca antes había notado: mi energía tenía patrones. Había días en los que me sentía imparable y otros en los que solo quería calma. Y no era casualidad.
Ahí entendí que no siempre era flojera, desmotivación o poca disciplina. Era mi cuerpo hablando.
Madrugar sí, pero sin pelearme con mi cuerpo
Desde ese momento, dejé de ver el madrugar como una regla absoluta y empecé a adaptarlo a mi propio ritmo.
Cuando estoy en mi fase folicular u ovulatoria, madrugar me sale natural. Tengo energía, claridad mental, ganas de hacer mil cosas. En esos días, me despierto temprano sin esfuerzo.
Pero cuando estoy en mi fase lútea o menstrual, la historia es otra. Mi cuerpo necesita más descanso, mis pensamientos van más lento, y forzarme a despertarme a la misma hora de siempre solo me hace sentir agotada todo el día.
¿Y si el problema nunca fue madrugar, sino hacerlo en los días en los que nuestro cuerpo necesitaba otra cosa? No todas las mañanas deben ser iguales, porque nuestra energía tampoco lo es. Cuando entendí eso, dejé de sentir culpa y empecé a encontrar mi propio ritmo. Así que empecé a hacer algo simple, pero revolucionario para mí: escucharme.
Si despertarme temprano me hacía bien, lo hacía.
Si mi cuerpo pedía más descanso, le daba espacio sin culpa.
Y adivina qué pasó.
Empecé a sentirme mucho mejor, con más energía, más claridad y menos frustración. Porque cuando trabajas con tu cuerpo en lugar de en su contra, todo cambia.
Hoy, madrugo cuando mi cuerpo me lo permite y descanso cuando lo necesito. Porque entendí que el éxito no está en despertarse antes que todos, sino en despertarse alineada con una misma.
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